El tabaquismo materno aumenta el riesgo de no iniciar la lactancia materna y de tener menor duración de lactancia.
En la leche de mujeres fumadoras hay mayores niveles de cotinina, cadmio, mercurio y otros metales pesados; y menores niveles de proteínas, vitaminas A, C y E y otros antioxidantes.
Fumar puede producir disminución de la producción de leche y que la misma contenga menos grasa, que es necesaria para el desarrollo cerebral del bebé.
Hay mayor riesgo de obesidad futura y menor talla en lactantes amamantados por madres fumadoras. El riesgo de muerte súbita del lactante también está incrementado.
El mayor problema para la salud de lactantes criados en ambientes de humo de tabaco es padecer más infecciones respiratorias, mas episodios de asma y más hospitalizaciones por estos motivos. Esto no es debido a la nicotina que pasa a la leche sino a la inhalación de partículas del humo de la combustión del tabaco. Por eso decimos que «fumar afuera» tampoco es seguro.
Pero todos los riesgos descritos son mayores si además son alimentados con leche artificial; por eso, si una madre no puede dejar de fumar, es preferible que trate de fumar menos y que no fume dentro de casa, pero sobre todo, si lo desea, que continúe dando pecho. Hay menos paso de nicotina si espera a amamantar unas 2 horas tras el último cigarrillo.
Los esfuerzos sanitarios para abandonar el hábito de fumar deben ser mayores en las madres de lactantes no amamantados.
La lactancia es una buena ocasión para mejorar aun más la salud, abandonando un habito insano y muy perjudicial para la propia salud y para las personas del entorno.
No se recomienda compartir cama con el bebé si se consume tabaco, ya sea mamá u otro familia, por aumento del riesgo de muerte súbita.
Fuente: www.e-lactancia.org