Una receta MÁS QUE FÁCIL. Y una gran idea para comer fruta.
Estamos en invierno y a veces da fiaca comer algo “frío”. Tenemos ganas de sopita, mantas y descanso. Es lógico: el cuerpo no reacciona igual a todas las temperaturas. Nos pide descansar y bajar un cambio, a pesar de las exigencias laborales y escolares.
También estamos enfrentando un escenario completamente nuevo de pandemia. Los chicos y chicas están adentro de casa, y nos preocupa qué están comiendo. Como siempre: depende de lo que ofrezcamos.
Cuando hay consumo de ultraprocesados (galletitas, jugos, golosinas…) el paladar se acostumbra a los azúcares industriales y “le cuesta” sentirle el gusto a las frutas y a otros alimentos más saludables.
Meter las frutas al horno soluciona esos dos problemas. La actividad es sencilla: lavamos bien las frutas (manzanas y peras son las elegidas) y así como están, con cabito, con corazón, con semillas, con todoooo (si tienen menos fiaca que yo, por supuesto le pueden sacar todo esto) las metemos al horno hasta que estén tiernas.
Los azúcares de la fruta se caramelizan, el sabor dulce se potencia y quedan súper suaves. Se pueden comer calentitas o frías, usar para preparaciones o agregar a la ensalada (¡me gustan mucho las ensaladas con sabor agridulce!). También se pueden mezclar en el arroz con leche o en el porridge de avena. Se le puede agregar canela, cacao o algún endulzante si lo deseamos. Las combinaciones son infinitas.