«Le hicimos el cumple de Paw Patrol como quería y estuvo chinchudo toda la fiesta»
«La llevamos de sorpresa a la calesita y no quiso saber nada, ¡con todo lo que viajamos!»
«Ni bola le dio a los regalos, con lo que cuestan»
Las personas adultas imaginamos con amor determinadas situaciones, y cuando estas no ocurren como lo fantaseamos, aparece muchas veces la angustia, el enojo y frustración.
Hay algo que tenemos que comprender: las infancias son personas que sienten y reaccionan como tales. Y no siempre será la reacción que esperábamos, o el «reconocimiento» a nuestro esfuerzo que está hecho desde el amor.
Nuestrxs hijxs no son «malagradecidos» ni «caprichosos»: a veces las situaciones los desbordan, están cansados, o sencillamente no tienen ganas de ese plan que habíamos armado para ellos. Y ahí viene la necesidad de la persona adulta para flexibilizar, cambiar el rumbo, buscar los espacios para que se sientan cómodos.
¿Fuimos al parque de los dinosaurios y no quiere ver dinosaurios, quiere sentarse en el pasto a merendar? Genial, nos sentamos a merendar.
¿Le hicimos un cumple hermoso y no quiso saber nada? Tal vez se siente abrumado/a, tal vez la emoción es mucha. Podemos bajar un poco la música, ofrecerle abrazos, sentarnos a comer un sanguchito tranquilos, como en casa.
Nosotros somos las personas adultas, las que estamos encargadas de llevar calma, de incorporar estos aprendizajes que nos regala el día a día, de a poco, de la mano, con amor.💜