El kéfir es una bebida producto de la fermentación del azúcar por parte de los tibicos, unas estructuras en forma de nódulos que en realidad son cultivos de bacterias y levaduras benéficas. Existe kéfir de agua y kéfir de leche (en el cual los nódulos son llamados “búlgaros”).
Hace miles de años que el kéfir se utiliza de diversas maneras y en diversas regiones del mundo. Al ser una bebida a base de cultivos de microorganismos, tiene un importante potencial probiótico y posbiótico, es decir, mejoraría la microbiota intestinal.
¿Por qué “potencial”? Porque todos los kéfir son diferentes: depende de lo que les damos de comer, de la temperatura y de lo que tiene el agua… En términos estrictamente científicos, no podemos saber si ese kéfir siempre va a tener microorganismos probióticos.
Entonces, ¿por qué consumimos kéfir?, ¿siempre hace bien? La respuesta es: depende. Si vamos a consumir kéfir como un medicamento, pensando que es algo mágico que va a salvar nuestra salud, por ahí no lo es. Tomar kéfir sin repensar la alimentación global no tendrá ningún efecto. Ahora, en el contexto de una alimentación variada basada en alimentos reales, incluir kéfir, ¡si nos gusta!, puede ser una opción.
Con frecuencia me preguntan: “¿Pueden tomar kéfir los bebés, niños y niñas?” Les dejo la explicación en este VIDEO.