Mucho se habla de crianza respetuosa. Que si los pies descalzos…, que si colecho…, que si las manzanas orgánicas y el BLW… Pero nada de eso, que parece una lista interminable de objetivos a cumplir (con la correspondiente angustia cuando no se llega a cumplirlos), asegura ni promete una crianza respetuosa.
Es que la ecuación es más sencilla: la crianza respetuosa no es una opción, se trata de considerar a las infancias como PERSONAS completas, únicas e irrepetibles; y de tratarlas con respeto.
No puede ser una opción tratar con violencia a un/a bebé, niñx o adolescente. No es opción llevárselos por delante y decir “Mirá, me hiciste tropezar con vos”.
Este es un gran cambio social, volviéndonos todxs personas que comprenden que no pueden violentar a otrxs.
Muchas veces les exigimos a las infancias cosas que jamás le exigiríamos a un adulto. Por ejemplo, “¡Comete todo el plato!” o “¡No llores!”. A ningún/a amigx le diríamos esto último, al contrario, lx abrazaríamos y querríamos saber qué le está pasando o acompañaríamos ese momento.
Pensar a lxs niñxs como personas de nuestra sociedad es lo que nos lleva a la construcción de un entorno de respeto.