«Los primeros mil días» es un concepto acuñado ya hace varios años por la comunidad científica, y es un periodo que comprende los 270 días (aproximados) de gestación, más los primeros dos años de vida de niños y niñas.
¿Por qué hablamos tanto de este concepto? Porque durante ese tiempo se forma una cantidad abismal de conexiones cerebrales, que tienen que ver un poco con la genética y MUCHÍSIMO con el ambiente.
Este ambiente es lo que el niño o niña come, lo que vive, cuántos abrazos le dieron, cuántos cuentos escuchó. Son todos los estímulos que lo rodean, el aire que respira, la sensación del pasto bajo los pies. Todo eso va a influir en el resto de su vida, en cómo crezca, en las enfermedades tenga y en las elecciones alimentarias que hará posteriormente.
En el cerebro de los bebés hay conexiones «de más» entre las neuronas. Las que más estímulos reciben son las que quedan. Las demás «se podan». El cerebro humano es tremendamente adaptable: si los adultos aprendemos a comer diferente y a caminar después de un accidente grave, ¿cómo no va a poder un niño?
La importancia de los 1000 días
En estos mil días también se establece la microbiota, microorganismos que pueblan nuestro intestino, que no solo nos ayudan a digerir sino que tienen que ver en nuestra cognición, atención, tolerancia al dolor… ¡y hasta en la elección de pareja!
Los primeros mil días son una ventana crítica dónde podemos establecer cimientos para PREVENIR. Y aquí agrego algo personal: si bien estudiamos mucho esos primeros mil días, cualquier cambio saludable en un niño o niña mayor a esos 1000 TAMBIÉN impactará en forma positiva y hermosa en su salud
¡No nos quedemos pensando que es tarde! Reitero, si los adultos podemos cambiar y estar más sanos, ¡más aún puede una niña o niño!
Estoy muy feliz de que a nivel estatal se le de relevancia a la infancia. Y que el proyecto @primeros1000 de la Ciudad de Mercedes, en el cual tuve el honor de participar, se lleve a nivel Nacional. Son fuego ¡Vamos por más!
