Los berrinches son manifestaciones de enojo, frustración o confusión que pueden expresar los niños y niñas desde los 18 meses hasta los 4 años (aproximadamente).
Lo más importante de esta cuestión es comprender, como adultos, que si bien los berrinches nos desconciertan y muchas veces nos frustran a nosotros también, son normales, sanos y parte del desarrollo de un niño o niña.
El berrinche es una respuesta (para nosotros, adultos, «exagerada») a algo que el niño o niña no entiende, lo frustra o lo hace sentir mal. Así como el recién nacido se comunica a través del llanto y aún no tiene muchas otras herramientas, los niño y niñas de esas edades no pueden expresar aún qué es lo que les pasa exactamente.
El berrinche puede ser solo llanto; o puede incluir tirarse en el suelo, patalear, o incluso lastimarse o querer lastimar a otros.
¿Qué podemos hacer con los berrinches?
- Primero, respirar hondo y entender que es un proceso, y es normal. No somos malos mapadres, y el niño o niña no es malcriado/a, manipulador/a o llorón/a por hacer un berrinche. Es como pedirle a un bebé de días que no llore por hambre, o mantener la calma ante el tercer colectivo que nos pasa de largo cuando llevamos hora y media en la parada (¿ven que los adultos también haríamos berrinche si pudiéramos?)
- Llevar al niño a un lugar donde no tenga posibilidad de lastimarse, y pueda descargarse el tiempo que necesite.
- Ponerse a su altura, decirle «sé que estás enojado/a, cuando quieras hablar acá estoy». Mostrarle que no estamos enojados, aunque el berrinche haya sido por un límite necesario que pusimos, y que estaremos ahí para el consuelo.
- No «buscar venganza» cuando el berrinche finalice. Frases del estilo: «Ah, ahora si querés jugar, ¿no?» «Qué vergüenza, todo ese llanto» o «Ahí viene la señorita, siempre haciendo lo que se le antoja». Lo único que hacen es minar la confianza del niño/niña, y hacerlo/a sentir avergonzado/a.
- Supongamos que el berrinche se da porque no lo dejamos tomar un objeto que es peligroso, como es lógico. Lo que podemos hacer es darle a elegir entre otros dos objetos, para distraerlo de aquel que no puede tocar. Ejemplo: «El cuchillo te puede lastimar, así que mejor llevate…».
- Negociar es fundamental. ¿Cuánto es capricho nuestro y cuánto del niño/a? Si negociamos las cosa, que no implique riesgos.
- «Hace berrinches en lugares públicos». Típico. El problema no es del niño/niña en cuestión, sino de nuestra sociedad adultocéntrica, donde observamos con horror a un gurrumín de dos años tirado en el piso enojado porque no le gusta ponerse zapatos, y con más horror, susurros audibles y hasta dedos señalando a la «mala madre/padre» que se muere de vergüenza. ¿Qué pasaría si todos entendiéramos que el berrinche es algo normal? ¿Qué lo anormal sería que un niño no tuviera berrinches? ¿Qué estar fuera de casa es una experiencia muy intensa para un niño/a, un mundo avasallante, nuevo e intenso, que requiere ríos de paciencia?
- La violencia no es aceptable de ninguna manera. Los golpes, los insultos, las descalificaciones, las faltas de respeto (sí, el niño/a es una persona, y también requiere respeto) solo le enseñan que esa es la manera de comportarse ante una frustración. «Un chirlo a tiempo» solo nos ha enseñado que no podemos contarle a quien más amamos, nuestros mapadres, que estamos enojados, frustrados o confundidos.
- Ser mapadre no es fácil. Nadie nos dijo que íbamos a tener que apelar a nuestras más profundas herramientas psicológicas, boyando en nuestra propia historia y nuestra propia infancia (que miedo, ¿no?) Nadie nos dijo que íbamos a recibir consejos de extraños aconsejándonos golpear a nuestros hijos/hijas. Tampoco nadie nos dijo que ese bebé dulce de hace unos meses, que le hacía caritas al pediatra, se va a empezar a retorcer en la balanza al grito pelado de «NO QUIEROOO». Y, sobre todo, nadie nos dice que todo eso es esperable, y hasta normal.
Vos sos un/a buen/a padre/madre. Tu hijo no es malo, no es manipulador, no quiere «tomarte el tiempo», solo quiere decirte algo y aún no sabe cómo. Si le mostramos cómo manejamos nuestras propias frustraciones y enojos, aprenderá, de a poco, de nuestro ejemplo.
Y, como digo siempre, tiempo: Hoy no es siempre.